Divagaciones sobre nada o las ganas de no hacer arte y la terrible necedad de seguir siendo artista

No hay escapatoria. Al menos eso parece para Roger Muñoz, quien apunta a ser uno de los artistas más prominentes de nuestra generación y que, además, sabe cubrirse bien las espaldas. Su ambivalencia, necedad e insolencia se ven complementadas por la reflexibidad, desánimo y disconformidad de Kenneth Coronado, tanto así, que alguien podría pensar que se trata del Batman y Robin del arte contemporáneo en Costa Rica. Ahora bien, antes de continuar, aclaro que este texto se desprende de su última exposición ''Las ganas de no hacer nada y la terrible necedad de seguir haciendo'' y no es sobre ellos, por lo que recomiedo, a quien lea esta reseña, remitirse al texto curatorial de dicho evento para familiarizarse con mi uso del lenguage en este caso específico.


Afiches promocionales de la exposición ''Las ganas de no hacer nada y la terrible necedad de seguir haciendo''.


''Imaginemos ahora el suicidio de un pintor oscuro alrededor del año 1950. Vive en Nueva York, en un piso con las habitaciones enfiladas una detrás de otra, y pinta enormes lienzos negros. Cubre casi todas las paredes de la casa con sus cuadros y apenas hay luz. Poco después decide cambiar y pintar cuadros blancos. Pero hace una cosa curiosa: decide sellar cada una de las estancias de la casa con cuatro cuadros montados para encajar perfectamente en el espacio, arrastrando el último de ellos hasta cerrar la habitación cuando pasa a la siguiente. Empieza por el dormitorio y termina en la cocina (que tiene una puerta que da al pasillo). Allí pinta también cuatro paneles blancos pero se queda dentro de ellos. Construye una serie de cubículos, como muñecas rusas, cada uno más pequeño. Lo encuentran muerto, sentado en el más recóndito de ellos.  Su acto es trágico porque este hombre no pudo olvidarse del arte.''

Cansados del estímulo común y corriente de ser artista en Costa Rica, nuestro dúo dinámico ha tomado prestada la Galería 24/7 para llevar a cabo su nuevo proyecto Subsuelo. Como primera actividad, han decidido curar los trabajos del Indio Guitzu, Esteban Mora y Daniela Sánchez, y mostrarlos en una exposición que no pretende hacer nada, pero que si propone la desaparición completa de la producción artística como contrapunto posible. Es decir, lo que ahí se nos presenta es una exposición disfrasada de no-arte que irónicamente desaparece dentro del arte. ''Silencio socrático que también se vuelve gesto o representación del silencio socrático mismo'', dice el texto curatorial.

''Imaginemos ahora el suicidio de un pintor oscuro alrededor del año 1950. Vive en Nueva York, en un piso con las habitaciones enfiladas una detrás de otra, y pinta enormes lienzos negros. Cubre casi todas las paredes de la casa con sus cuadros y apenas hay luz. Poco después decide cambiar y pintar cuadros blancos. Pero hace una cosa curiosa: decide sellar cada una de las estancias de la casa con cuatro cuadros montados para encajar perfectamente en el espacio, arrastrando el último de ellos hasta cerrar la habitación cuando pasa a la siguiente. Empieza por el dormitorio y termina en la cocina (que tiene una puerta que da al pasillo). Allí pinta también cuatro paneles blancos pero se queda dentro de ellos. Construye una serie de cubículos, como muñecas rusas, cada uno más pequeño. Planea que lo encuentren muerto, sentado en el más recóndito de ellos. Pero la idea de suicidarse se vuelve menos emocionante al darse cuenta de lo bonito que es lo que está haciendo. Rompe los cubículos, se marcha del apartamento, crea una imagen realista de sí mismo, regresa para ponerla en la silla donde debería haber muerto, vuelve a colocar todos los paneles e invita entonces a sus amigos para que vean lo que ha hecho. Este acto es trágico porque el hombre no pudo olvidarse del arte.''

Implosión sin un orificio de salida. Un artista oliendo a arte enorme se satura. La terrible necedad de representarse a sí mismo fingiendo su propia muerte, no es más que el esfuerzo inútil de minar desde adentro el arte contemporáneo costarricense con una exposición bien hecha. No hay desaparición alguna. Pretender sustraer algo sin hacer nada, ofreciendo más de lo mismo, resulta quimérico. Aunque lo que se muestra en la Galería 24/7 es bastante ingenioso -principalmente los videos del Indio Guitzu, un personaje underground que ahora, gracias al gesto socrático de Kenneth y Roger, ha pasado de ser soñador a ser reconocido como artista contemporáneo-, por como se muestra, no deja de ser tedioso debido a su certidumbre artística. Aire y humo de intelectuales. Y lo más aburrido de todo esto, fue ver a ese hombre pasar gran parte del tiempo de la inauguración sentado en el suelo o apoyado en la pared, como perplejo ante lo que veía mientras nosotros lidiábamos con nuestra propia sustracción. Vaya tragedia la de ser artista. Su cuerpo y actitud me han recordado un texto de Allan Kaprow sobre el arte experimental (1966), quien nos simplifica el dilema aquí descrito, proponiendo alejarse de toda certeza como antesala de una reducción al mínimo. Descanso de representarse. Diversión y hastío de la metáfora. 

''Imaginemos ahora el suicidio de un pintor oscuro alrededor del año 1950. Vive en Nueva York, en un piso con las habitaciones enfiladas una detrás de otra, y pinta enormes lienzos negros. Cubre casi todas las paredes de la casa con sus cuadros y apenas hay luz. Poco después decide cambiar y pintar cuadros blancos. Pero hace una cosa curiosa: decide sellar cada una de las estancias de la casa con cuatro cuadros montados para encajar perfectamente en el espacio, arrastrando el último de ellos hasta cerrar la habitación cuando pasa a la siguiente. Empieza por el dormitorio y termina en la cocina (que tiene una puerta que da al pasillo). Allí pinta también cuatro paneles blancos pero se queda dentro de ellos. Construye una serie de cubículos, como muñecas rusas, cada uno más pequeño. Lo encuentran muerto, sentado en el más recóndito de ellos. En realidad, el pintor le está contando esta historia a sus amigos como un proyecto que tiene en mente. Son todo oídos y se siente satisfecho. Este acto es trágico porque el hombre no pudo olvidarse del arte. El arte experimental nunca es trágico. Es un preludio.''

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