3 puntos sobre un patrimonio que no existe

1.

Hoy cumplo 30 años. Nací y crecí en un barrio típico de clase media alajuelense, la Urbanización la Trinidad. Aunque debería decir clase trabajadora, ya que siempre hemos dependido económicamente de nuestra propia fuerza laboral y no de alquileres, inversiones o grandes capitales familiares. Pero la casa es muy bonita y fue heredada a mi madre por mi abuelo Macho Salas. Durante toda mi infancia y juventud, dormí aproximadamente a 1km al oeste de la Calle Ancha, que separa el Centro del resto de la ciudad, y a 500 mts. de Plaza Ferias, donde se solían celebrar las Fiestas del Erizo y, aún hoy, se realiza el Mayoreo (la Feria del Agricultor). Hablo de cuando el bus de la Plywood costaba 70 colones; hoy el dolar está a 629 colones.

Todo ese kilómetro que da entrada a La Trinidad ha cambiado mucho. Lo que eran un Palí, cafetales, la ferretería Casa y un salón incierto para mi, ahora son un PriceSmart, MaxiBodega, KFC, Mayca, McDonald's, Gollo, Sur, Ekono y AutoPits, entre otros negocios. Y al frente, lo que era la finca El Retiro y unos lotes valdíos, ahora es el Grupo Mutual, la UNED y el Colegio Científico de Alajuela. Aunque el lote de LLobet se mantiene igual que el Palí, así como parte de El Retiro (por arriba de la tapia de este último, se pueden ver las piscinas vacías). Más abajo, camino a Montecillos, lo que fue un gran cafetal, desde hace tiempo que es el residencial La Guaria, pero además, ahora están construyendo algo. Dicen que un centro comercial de Pollo Macho, o bien de su familia, porque ahorita es probable que el roco se muera, tal como si ''el desarrollo de la comunidad'' fuera un proyecto postmortem.

Otros viejos que no han sido considerados en este modelo de desarrollo son los árboles. El primero que recuerdo desplomarse, por causas naturales, fue un Higerón en el costado norte del lote de Llobet, diagonal al parque del barrio Cristo Rey. Dice mi tata que ahí llegaba mi abuelo a visitarles cuando ya se había separado de mi abuela Consuelo. Justo al frente de donde ahora duerme Jorge el universitario, un piedrero de barba y anteojos que se sienta en la esquina de mis tías maternas (las Musas de Alajuela S.A.), vigilante como si fuera el espíritu caído de ese árbol. Hace unos días, cuando lo interrupí para probar y engrasar unos candados, me dijo que estaba soñando con su abuela muerta.

Más árboles caídos, esta vez a causa del progreso, eran 3 o 4 Robles de Sabana rosados que engalanaban la antigua entrada al mayoreo. Una refrescante bajada que hoy sólo se puede recordar en carro cuando se está en el auto-servicio de McDonald's. Ese espacio es ahora diferente, la dinámica socio-económica de un McDonald's es muy distinta a la de los pequeños productores, casi que opuesta. Pero para mi, ningún combo de hamburguesa ''a la tica'', agrandado con papas, refreso y McFlurry de tapita, podría sustituir aquella sensación que me provocaba ver la calle color rosa y adquirir mis alimentos directamente de la mano de quien las produce. La soberanía alimentaria es una lucha cultural y su bondad nos la ha ido arrebatando el gran capital transnacional como ya botaron aquellos árboles. Ya me robaron, además, cuatro Poró gigantes de flor naranja que lanzaban sus hermosos cuchillos por toda la esquina. Y hoy lo que veo es el parqueo híper caliente de PriceSmart, un terreno para alquilar, también de PriceSmart, y los ojos vigilates de unas cámaras de ''seguridad'' puestas por la Municipalidad acorde al decreto N° 34104-G-MSP. Nada de sombras, flores o semillas.

Pero dicha privatización de la existencia tiene como principal asidero nuestras casas, sólo hay que poner atención a la fachada de nuestro hogar y reconocer que vivimos encerradx y a oscuras, con miedo y prendiendo la velita de la T.V., que se ha convertido como en una caja de pandora capitalista. De hecho, frente a mi casa -la de mi madre en realidad- habían dos casitas con patio frontal, que ahora parecen un búnquer. Con portones, muros, alambres y techitos de teja simulada para proteger los carros. Así nos hemos privado de lxs demás. En esta guerra ideológica, compartir con otras personas en un espacio público es una amenaza para la productividad capitalista. Ya no es permitido sentarse en el corredor a ver para afuera o hablar con la vecina. Todo es pérdida, debemos de estar encerrados en nuestra computadora compitiendo por ser el más exitoso y/o consumiendo redes sociales en nuestro celular, que es como andar la oficina 24/7. Y cuando salimos, es lo mismo pero metidos en el automóvil o el mall.

Bueno, claro a veces vamos al parque, ¿pero no muy tarde verdad? En este modelo cultural que vivimos, le tememos a lo público. No es de extrañar que quienes lideran la comunidad de La Trinidad, hayan decidido asegurar nuestro parque sobre-iluminándolo, como una defensa subconsciente contra los miedos e ilusiones que ofrecen las vitrinas de este siglo, utilizando los mismos mecanismos para llamar la atención sobre lo que es real: los árboles, el zacate, la caca del perro, los hongos, el chiquito que se quiebra el brazo al caerse del play o la que se golpea jugando fútbol y lxs cuarentones que salen a correr en las noches. Así es como, en esta contradicción, el espacio público agoniza, siendo cooptado por los centros comerciales -como Plaza Real-, ofreciendo una ilusión de comunidad y utilizando la inseguridad como punta de lanza para que sólo vayamos donde está planeado el consumo o nos quedemos encerrados en nuestras pantallas, ansiando consumir.

¡Luces, cámara, acción! ''Welcome to Costa Rica, welcome to paradise''.

 


2.

No me asombra entonces que, en San José, al cumplir 200 años de una supuesta independencia -que no es ni política, ni ideológica, ni económica, ni cultural-, hayan botado la hermosa casa rosada de Cuesta de Núñez, al costado sur del TSE, y que la casa esquinera de barrio La California, camino a San Pedro, haya sufrido el mismo despropósito. Sólo preguntemosnos ¿cuál es la cultura de un pueblo que prefirió botar la antigua Biblioteca Nacional para hacer un parqueo? ¿A qué se debe esta  común práctica o desidia cultural?

Ciertamente nuestro contexto cultural es bastante deprimente, pero esta porquería no siempre ha sido así. La vez pasada vi unas fotos del edificio de la CCSS y de la antigua Asamblea Legislativa en los años 70 y me llamó profundamente la atención lo diferentes que eran las entradas de aquellos lugares. En vez de rejas y muros, habían jardines y plazas. La manera en que vivimos hoy es resultado de un proyecto cultural que, siguiendo a Mark Fisher, es ''...parte de un proceso sistemático, que había comenzado con el nacimiento mismo del capitalismo. [Y] Los objetivos de este proceso fueron esencialmente tres: exorcismo cultural, purificación comercial e individualidad forzosa.'' (200) Todo lo que se connota en la primera parte de este texto. Veamos:

Exorcismo cultural: ''Como Michael Perelman muestra en The invention of capitalism: Classical political economy and the secret history of primitive accumulation, el surgimiento del capitalismo no hubiera sido posible sin los cercamientos de la campiña. ´´Si bien su estándar de vida no era particularmente pródigo, los pueblos precapitalistas . . . disfrutaban de mucho tiempo libre. . . . Para que el capitalismo pudiera ser dominante, esta cultura del ocio -y todas las expectativas y hábitos que la acompañaban- tenía que ser eliminada. Este proceso implicó la brutal destrucción de la capacidad del campesinado de autoabastecerse. Además del desahucio violento, la burguesía también propagó un funesto culto al trabajo, que ensalzaba el valor del trabajo duro mientras condenaba todo uso del tiempo no dedicado a la acumulación de capital, considerándolo un despilfarro moralmente degenerado'' (201).

Purificación comercial: ''La ´´contaminación´´ ilegítima del ´´puro´´ comercio por los excesos carnavalescos y las festividades colectivas preocuparon a los escritores e ideólogos burgueses. El problema que enfrentaron, sin embargo, fue que la actividad comercial estaba desde siempre contaminada con elementos festivos. No existía comercio ´´puro´´, libre de la energía colectiva. Una esfera comercial de esas características tendría que ser producida, y para ello era tan necesario contener e incorporar ideológicamente al ´´mercado´´ como domesticar la feria. . . . La feria siempre llevó consigo las marcas del ´´espectro de un mundo que podría ser libre´´, que amenazaba con sacar al comercio de su asociación con el trabajo duro y la acumulación de capital que la burguesía trataba de imponerle'' (202).

Individualización forzosa: ''La modernidad capitalista fue en este sentido conformada por el proceso siempre incompleto de eliminación de la colectividad festiva. . . . En esa memoria, que también es una ficción, una hiperstición, la plaga y la festividad se fusionan: ambas son imaginadas como espacios en los que los límites entre los cuerpos colapsan, en los que los rostros y las identidades se desvanecen. . . . La solución es una individualización impuesta, lo inverso al carnaval: ´´No la fiesta colectiva, sino las particiones estrictas; no las leyes transgredidas, sino la penetración del reglamento hasta los más finos detalles de la existencia y por intermedio de una jerarquía completa que garantiza el funcionamiento capilar del poder; no las máscaras que se ponen y se quitan, sino la asignación a cada cual de su ´verdadero´ nombre, de su ´verdadero´ lugar, de su ´verdadero´ cuerpo y de la ´verdadera´ enfermedad´´. . . . El individualismo tiene que ser impuesto, vigilado, obligado. Toda la inventiva del capital -hoy aturdida y conspicuamente exhausta- está dedicada a esta compulsión.

En otras palabras, la privatización de lo público responde a un esfuerzo por eliminar el ocio de nuestras vidas, sustituyéndolo por el trabajo duro y la acumulación de capital en detrimento de nuestra autonomía. Sólo así, y sólo así, se nos es permitido disfrutar de la vida y del tiempo libre, comprándolo o consumiéndolo. Pero además, el intercambio comercial está totalmente reglamentado, de manera que el disfrute de la actividad comercial es ahora, más que todo, un pretención egocéntrica.


3.

¡Qué picha, ya no quiero cumplir 31, ja ja! Pero bueno, igual tengo en mente un sueño mojado que me gustaría compartirles. Una manera imperfecta de convertir el mercado de nuestra cultura en una carnavalezca plaga comercial: 

Era algo así como lo sucedido en la antigua Escuela de Ingeniería de la UCR entre 2018 y 19. Pero estábamos en otros lugares, todos simultáneos. Creo que eran las casas de nuestras abuelas (brujas) llenas de gente nueva, o edificios patrimoniales, no se, algo así. Pero sí que eran espacios donde la autogestión cultural y la crítica eran reconocidas legalmente por el Estado y apoyadas con fondos privados (porque tenían que) -ya sé que no suena a ''autogestión'' pero es un sueño-. Sin embargo, nadie debía de apegarse a una moral hegemónica impuesta para ser reconocidx. Eran espacios donde sus integrantes-artífices se auto-convocaban, jusgaban sus propuestas y educaban entre sí. Y donde se ganaban la vida realizando sus propios eventos y vendiendo sus productos sin intermediarios. Espacios donde cada quien investigaba lo que fuera y no existían políticas de Estado disfrazadas de temáticas, ni era necesario justificarse económicamente. Donde la gente se organizaba a gusto y se responsabilizaba de sus acciones, libres de expresarse como querían. Y, además, cada espacio tenía derecho a una frecuencia de radio y T.V. para así transmitir libremente sus ocurrencias... Todo en apego a reglas básicas de respeto, convivencia y salubridad acordadas comunitariamente, así como el correcto mantenimiento de los bienes inmuebles. Y lo mejor de todo era que nuestras abuelas ofrecían gustosamente sus edificios para vivir la fiesta, pero también porque así el Estado les eximía de impuestos, se ahorraban una harina y se sentían útiles.

 

Era una vara muy rajada, pero no más que un sueño, borroso además. En todo caso, considero oportuno retomar la feria, el mayoreo, la fiesta y el carnaval como estrategias para reactivar -o reiniciar- el mercado del arte costarricense, el uso y mantenimiento de nuestro patrimonio arquitectónico y la producción cultural en general. Claro, suena muy sencillo, pero no lo es. Personalmente opto por una legalidad que certifique la puesta en práctica de dichas estrategias, por ejemplo, que el acceso a la cultura sea un derecho fundamental por constitución, como el acceso al agua. Así se deberían de girar recursos a la producción cultural porque si, para asegurar ese derecho. De lo contrario, podría nuestra cultura ser un sueño frustrado de todos los días, o una serie de pequeños esfuerzos poco articulados que parecen más burbujas en el aire que una gestión cultural transformadora y constante. Un alegrón de burro que llaman. Pero bueno, cada quien a su manera, una cosa que a mi me gustaría ver sería mayor financiamiento estatal para iniciativas independientes y alternativas que aprovechen el patrimonio arquitectónico y cultural que ya se ve agonizando. Convertir así todas esas casas patrimoniales subutilizadas en laboratorios culturales descentralizados para un futuro totalmente distitnto: La infección postcapitalista.

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